Historia
80 años después, los Juicios de Núremberg aún atraen la atención
19.11.2025, 15:38
Congresistas de Washington, turistas de China y aficionados a la historia de la región alemana de Franconia: el interés por los Juicios de Núremberg sigue intacto, incluso 80 años después de su inicio.
El aniversario de este histórico acontecimiento judicial, que llevó al banquillo a los principales criminales de guerra de la Segunda Guerra Mundial en esta ciudad del sur de Alemania, se celebra este jueves.
Alrededor de 150.000 personas de todo el mundo visitaron el año pasado el Memorial de los Juicios de Núremberg, una exposición permanente en el Palacio de Justicia de Núremberg que trata minuciosamente los acontecimientos que tuvieron lugar tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Este proceso judicial de alcance histórico, que finalmente culminó en doce condenas a muerte, está indisolublemente ligado al nombre de la ciudad en la que Adolf Hitler celebraba sus congresos del partido y donde Julius Streicher, uno de los condenados, causaba estragos con su panfleto difamatorio "Der Stürmer" (El atacante).
El tribunal se reunió durante meses en la sala 600, que hasta hace pocos años se seguía utilizando como sala de audiencias para juicios penales, mientras que en la prisión vecina permanecieron recluidos los acusados, entre los que se encontraban líderes del régimen nazi como Hermann Göring o el lugarteniente de Hitler, Rudolf Hess.
En el gimnasio de la prisión, el verdugo estadounidense John Woods ejecutó diez sentencias de muerte el 16 de octubre de 1946, casi un año después del inicio del juicio.
Göring se suicidó poco antes con una cápsula de veneno para evitar la horca. Martin Bormann fue condenado en ausencia, pero ya se había suicidado antes, como se supo mucho más tarde.
"Los juicios que llevan el nombre de nuestra ciudad tienen una importancia extraordinaria para nuestra historia de posguerra y para el derecho internacional", afirma el alcalde de Núremberg, Marcus König. Los juicios, que atrajeron como un imán la atención de la opinión pública mundial, son un legado para la ciudad de Núremberg.
Hoy en día, la ciudad más grande de la región de Franconia concede cada año un premio de derechos humanos y acoge un festival internacional de cine sobre derechos humanos. Además, el municipio forma parte de la coalición internacional de ciudades contra el racismo.
Ochenta años antes, Núremberg era sinónimo del terror, pero también de la megalomanía de los nazis. Los restos del recinto del congreso del partido nazi y del palacio de congresos, que nunca se terminó, siguen siendo hoy testimonio de esa historia poco gloriosa.
El Palacio de Justicia de Núremberg ya existía antes de que los nazis tomaran el poder. Y para los estadounidenses, que ocupaban una posición de cierta preeminencia entre las cuatro potencias ocupantes en lo que respecta al trato de los criminales de guerra, Núremberg era el lugar ideal.
La ciudad se encontraba dentro de su zona de ocupación y los prisioneros podían ser trasladados directamente desde el centro de detención preventiva vecino a la sala del tribunal.
Willy Brandt como reportero
Núremberg tenía además un gran carácter simbólico. Ya en aquel entonces, la Casa Blanca tenía siempre en cuenta la imagen pública, ya que, al fin y al cabo, los juicios eran también un gran acontecimiento mediático.
Unos 300 reporteros de todo el mundo viajaron a la ciudad de Núremberg, destruida por la guerra, entre ellos Willy Brandt, quien luego se convertiría en canciller alemán, enviado especial en nombre de varios periódicos escandinavos.
Solo en el juicio contra los principales criminales de guerra, 22 hombres se sentaron en el banquillo de los acusados. La lista de nombres se lee como un quién es quién de los vasallos de Hitler, desde el mariscal del Reich Göring hasta el vicario de Hitler, Hess, pasando por el ministro de Asuntos Exteriores nazi, Joachim von Ribbentrop.
Cuando el tribunal mostró al inicio del juicio documentos fílmicos sobre los horrores nazis, los responsables, que se habían declarado "inocentes" en su totalidad, se dieron la vuelta.
Al final, además de las doce condenas a muerte, se dictaron siete penas de prisión de larga duración, algunas de ellas cadena perpetua, que cumplieron en la prisión de Berlín-Spandau. Rudolf Hess fue durante años el único y último preso allí; se ahorcó en 1987, a la edad de 93 años.